domingo, 22 de noviembre de 2009

Uno de estos días…

En las tinieblas de este cuarto oscuro,
el crepúsculo es un hábito
que viste de un sexto sentido a las palabras.

A estas horas la noche rumia descaradamente,
y en su boca los ruidos se maceran en una calma infinita.

Desde una cuerda amarrada a un palo,
la carne cuelga como si fuese cera,
porque su blanco quiso ser el color de la vainilla,
y la vainilla las sustancias de la muerte.

Nada evita el último estertor,
ni la noche fría, ni esta casa inmensa.
El dolor se esparce por el suelo
como un terror de moribundos;
cava una tumba con sus manos de esquirla
y se entierra firme junto a las raíces del sauce.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo la recuerdo tan vaga... casi como una risa fuerte que uno oye por ahí en un mercado cualquiera.


La viga es el cadalso de un futuro.

Anónimo dijo...

La vida colgó alguna vez de una cuerda como esa, pero ilusamente parece siempre ser un recuerdo tan lejano. ¿Cuán grandes son los colmillos de la noche que nos pintas?
¿Y qué hay de la noche siguiente?

Anónimo dijo...

Ah, quizás como un tuerto creo ver más de lo que aquí hay, pero no veo ningún cadáver, no veo carne, ni sangre, ni huesos, veo un espectro terco, que murmura su porfía cuando cae la tarde y el dominio tiránico de la luz cede paso al dominio de los recuerdos.
Salud por eso

likhan dijo...

espectros son los que llevan cargada de amargura y traición su karma, no descanzará.
obligado a penar y vagar de tumba en tumba, regocijandose en las flores de otros...
redimete y vuelve a tu fosa,
devuelveme mi amada amapola
y termina de pudrirte