viernes, 20 de noviembre de 2009

¡Feliz Día de la Muerte!

Es tu primer día bajo tierra.
Sonríe, entonces, a los lirios que braman
más allá de tus ojos estropeados.
Feliz disfruta a los insípidos gusanos,
a las viles raíces que besan
la yema de tus dedos incautos.

Piensa tranquilamente en tus zapatos miserables,
en tu corbata mal puesta y tu camisa gastada;
en tus párpados a medio cerrar,
en el aire pestilente que germinas.
Recuerda tu cuerpo marcado en la cama,
y el aliento asfixiante del perro
que lamió tu cuello para despertarte.

Dejaste tu boca abierta de par en par,
como la puerta de tu alcoba.
Esperaste a alguien que no tardó en ausentarse.
Te fuiste yendo, como la arena perdida en el desierto,
y ningún ancla podía frenarte, ninguna.

La muerte se sintió en su casa;
creyó ser justa al mirar los cuervos que te mordisqueaban…
y fue tan dulce como una flor de loto.

Te habló al oído como un reloj
que se queda sin cuerda.
De ti brotaron los mares,
un silencio previo al ritual.
Entonces ¡Feliz Día de la Muerte!
cuando tus huesos vuelen por los cielos como serpentinas
y las tumbas se balanceen en lo alto como piñatas.

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