miércoles, 25 de noviembre de 2009

Desidia de mí

Mis pies echaron ramas en el barro de mi cuarto;
me reclino entonces sobre arenas de tiempo imperceptible
que chorrean desbordadas por mis dedos alargados.

Nadie dijo nunca que saliera al patio a ver el otoño,
por eso no comprendo a las hojas que corren tan deprisa.
Al verlas, me pican los ojos como hierbas congeladas,
como diamantes en escaparates repletos de gusanos.

Quiero que acaben de andarme las moscas por el cuerpo,
que caigan de una vez mis canas silbando y enmohecidas.
¿Cuándo exfoliaré las espinas que me unen a este
trono de huesos apolillados?

Quisiera poder arrancarme de mi sombra,
sacudirme frente a los altos ventanales,
estallar las desventuras y la pérfida nostalgia
de ver los cerros hasta las cumbres
y el lugar donde va a parar la gente bulliciosa.
Así podré sentarme nuevamente,
retornando a mi trono y a los bichos
que me crecen del descanso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Dejar que el tiempo, como una brisa persistente y cruel vaya depositando delgadas capas de polvo sobre la simiente cana, hasta sepultarte bajo la sequedad; o jugar a ser el cruel y valiente gusano que acostumbramos ahuyentar, y arrastrarse por la pudedumbre, alimentándose de cadáveres sin deudos?
Usted se gana letra a letra mi respeto.

likhan dijo...

respeto...palabra grande,
de que sirve ke te respete alguien sin honor?