domingo, 25 de octubre de 2009

La Noche del Ciempiés.

Esta será tu noche, Ciempiés, mientras la hidra aúlle secretos al cielo impávido. Sabes que en tu noche todos son devotos del rey de las jorobas; que la luz se equivoca entre las nubes de mosquitos.

El mundo entero te reza un Padre Muerto, y tú, Ciempiés, lo encumbras y celebras con tu risa y lengua maldita.

En esta noche se fugan, ingobernables, todos los muertos; tus segmentos se agigantan como planetas, se estiran como órbitas formadas de intestinos. Tu dedo apunta la tumba perentoria, aquella cueva en que se enfiestan los cadáveres. Y los veneras, Ciempiés, porque cada uno te rinde insaciable pleitesía.

Cuando tu marcha suene como un amargo cascanueces, sabrá alguien la llegada del destierro, la ida al punto más remoto sobre tu espalda. E imploraré entonces un Para Siempre, Ciempiés, porque tú jamás, jamás vas a detenerte.