jueves, 21 de febrero de 2008

¿Y quién es dios?

Ayer el mundo terminó por despoblarse. Las escaramuzas dieron paso al viento, quien no tardó en barrer los secretos del cielo. Allí estaba el dios, aburrido, cual molusco adherido a la roca. Hace siglos que lo miro y nada sabe decirme; está atrofiado, porque su reino es de aquellos que no valen nada.

Le dije que podría apalearle el hígado, para exprimirle el licor que hace de nuestra sangre; pero no le quité un suspiro; allí se quedó, sentado, rodeado su espectro de un trance tan infinito, como aureolas de planetas en La Vieja Andrómeda.

Mientras el dios licua su agonía sobre nuestras sonrisas, nadamos en sentido inverso a la corriente amniótica, con los ojos turbios, sin dar la cara a la sonsa existencia.

Siempre es el final para este Pobre, Pobre mundo despoblado, que no concibe en sus albores el diluvio de la muerte; porque primero hay que morir, y luego del primer aliento, entender que aquí no hay diferencias entre parto y sepulturas. A fin de cuentas, la decadencia es el único Siempre, el único Permanente.

El dios se desintegra y no hay ángeles que abotonen sus migajas deshechas. Lo observo, y no puedo evitar mi risilla interna... Anoche se acostó sobre el pedazo de mundo. Vi sus cables traslúcidos entre las nubes, vi desde el filo del Cosmos cómo las estrellas le dieron la espalda, cómo el universo se volvió la pupila de su ojo oscuro. No necesité ver más y le dije: “Creatura insensata, deja de existir, y levantaré en vida a tus hijos esqueléticos”. Pero inútilmente se quedó plantado, enfrascado en su arena movediza, estropeado como antiguo artilugio. Entonces Me Reí, Me Reí y Me Reí, por los siglos de los siglos (y nadie dijo amén).

El tiempo pasó volando como las moscas entre las ruinas. Yo seguí mofándome, porque “el dios” ya no podía escribirse, ni decirse. Me dormí tentado de la risa, y en mi gran bostezo extendí los brazos a lo largo de quince billones de años de vacío. Al fin conté a las galaxias la graciosa historia que acontecía: todas me creyeron, por eso no dudaron ni un segundo en apagarse.